La carne de cerdo ha sido víctima de una serie de tabúes por parte de los consumidores, que la veían como un producto de baja calidad y excesivamente graso. Esta idea preconcebida, que ha pasado de generación en generación, se encuentra totalmente anulada gracias a diversos estudios científicos que han demostrado lo saludable y nutritiva que es.
Desmitificando la carne de cerdo
Este hecho se debe principalmente a dos motivos. Uno social y cultural, y otro relativo a los avances en materia de alimentación animal.
Durante años, la carne de cerdo fue prácticamente la única a la que la mayoría de españoles podían acceder ya que estos animales, al ser omnívoros y necesitar poco espacio físico, eran baratos y sencillos de mantener. De modo que, cuando la sociedad española aumentó su nivel económico y pudo tener acceso a las carnes rojas, el pan blanco y otros “lujos”, modificó sustancialmente sus hábitos alimenticios y pasó a valorar como “mejores” los alimentos más caros.
Esto provocó un empobrecimiento de la Dieta Mediterránea que, además del indispensable aceite de oliva, incluía legumbre, cereal, carne de cerdo y vegetales, entre otros. Con el paso de los años, los nutricionistas han demostrado que el pan integral es más beneficioso para la salud que el pan blanco, o que las carnes rojas han de ser consumidas con moderación porque en su composición se encuentran grasas saturadas que son peligrosas para la salud humana.
La carne de cerdo es cada vez más sana
Por otro lado, las mejoras tecnológicas en cuanto a la alimentación del ganado destinado a alimentación humana han sido fundamentales. Actualmente se ha logrado reducir la grasa de la carne de cerdo casi en un 30%, por lo que muchos expertos en nutrición están recomendando incorporarla en la alimentación diaria de forma regular.
100 gramos de carne de cerdo aportan aproximadamente 110 calorías, una cantidad equiparable a las que aportan 100 g de besugo o bacalao desalado.
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